La reconversión del mundo del vino desarrollada en la Argentina (big bang con epicentro en Mendoza) en la década de 1990, vino de la mano de inversiones extranjeras que construyeron verdaderos emporios exportadores.
En ese contexto hubo familias argentinas que conservaron sus empresas y apostaron al trabajo y al desarrollo de sus tradiciones en familia. Es por eso que este recorrido por las historias de José Zuccardi, Eduardo López y Raúl Bianchi sirve también como un homenaje a estos trabajadores argentinos que siendo pioneros continúan en la ruta, no sólo con vigencia sino también como líderes de un mercado muy complejo y competitivo.
José Zuccardi se manifiesta a favor de sostener las bodegas familiares. "El vino es un producto que necesita de tiempo en todos los procesos, desde que se planta un viñedo hasta que producen uvas de calidad o se conoce bien una zona. Las empresas familiares pueden hacerlo muy bien porque una generación construye sobre lo que otra generación ya construyó".
Para Eduardo López, en tanto, es fundamental para los consumidores poder encontrar a un integrante de la familia dentro de la bodega. "El contacto personal hace muchas veces la diferencia. Hoy en la Argentina, es una ventaja el ser una empresa de capitales nacionales. El consumidor lo toma como un valor agregado”, dice el presidente de Bodegas López.
"Confiamos en los consumidores de nuestras marcas, que nos posicionan dentro de las top cinco nacionales. Creo que nos mantenemos vigentes porque representamos el patrimonio cultural argentino. Nosotros en cada etiqueta nos jugamos el apellido, honor, la trayectoria y la memoria de cuatro generaciones", agrega en sintonía Raúl Bianchi, heredero de una familia que lleva más de 100 años en el país.
Las historias de estas tres bodegas tienen muchos puntos en común, fundamentalmente el desafío de resguardar la herencia recibida de sus antepasados y conquistar a los exigentes consumidores de hoy.